jueves, 12 de marzo de 2015

La verdadera revolución de la libertad

Por: Felipe Torres 
En el Ecuador los valores de la sociedad libre se encuentran en peligro. El poder político ha realizado un ataque sistemático a la capacidad de decisión de los individuos. La producción de leyes se ha multiplicado,  con limitaciones y controles sobre los ciudadanos. Los gobernantes, creyéndose dueños de los destinos de los individuos y de la sociedad, han utilizado el dirigismo y el paternalismo para imponer sus visiones de felicidad y bienestar y convertirse en los rectores del mercado y los dueños de la información social[1]. En nombre del bien común y del interés público los gobernantes han Justificado restricciones a derechos individuales. Por estas razones, es indispensable que los jóvenes levantemos la bandera de la libertad y no permitamos que la limiten como lo han hecho hasta ahora.  
Para recuperar nuestras libertades hace falta una transformación integral, pues,  no es suficiente  un simple cambio de gobernantes. Lo primero, en esta tarea, está en lograr que la mentalidad, sobre todo de los jóvenes, aprecie las libertades individuales que sólo florecen en sociedades libres y no tribales.[2] No es fácil abandonar la idea de tribu para asumir los desafíos de las personas libres. Debido a que históricamente, en el Ecuador,  se ha fortalecido el aparato estatal,  las libertades han perdido espacio. Más aún, se ha extendido la idea que desde el poder se pueden resolver mejor  los problemas de la sociedad, dejando en un lugar secundario los mecanismos propios de la cooperación humana[3].
Lo que se ha implementado en el Ecuador, en estos últimos siete años, no se puede llamar revolucionario, pues, lo único que se ha hecho es profundizar y acelerar un proceso estatista que siempre ha estado presente en nuestra realidad social. Necesitamos llevar adelante un modelo que destruya este sistema lleno de limitaciones y restricciones a los individuos para desarrollar las bases de la sociedad libre. Debe reconstruirse, urgentemente,  la noción de Estado a fin de dimensionar los elementos de un Estado libertario.[4]
La verdadera revolución, por lo tanto, debe procurar una transformación económica, política y social en beneficio del individuo, de sus derechos, del mercado, en definitiva, de un auténtico capitalismo, es decir, del único modelo ético y económico humanista, que le permite al ser humano desplegar todas sus potencialidades racionales, en lo que se ha llamado la mente creativa del individuo. En este proceso revolucionario se debe elaborar una  Constitución libertaria, que facilite la declaratoria de inconstitucionalidad de las leyes estatistas y proteja los derechos individuales, especialmente los derechos a la libertad y a la propiedad privada. Al final, se debe evitar que  el individuo sea considerado una un engranaje del aparato estatal y de la sociedad tribal.[5]   
No es fácil recuperar las libertades que se han perdido bajo el control de gobiernos estatistas. Es un camino largo, que debemos empezarlo a recorrer ahora, sabiendo que, en la batalla por las ideas, las ideas de libertad siempre triunfan sobre las totalitarias y estatistas.     





[1] Hayek, F. A. (1990). Camino de servidumbre (Vol. 2). Alianza.
[2] Ibid
[3] Mises, L. V. (1949). Human action. Ludwig von Mises Institute.
[4] Rothbard, M. N. (1994). El hombre, la economía y el Estado. Un tratado sobre principios de economía.
[5]Rand, A. (1986). Capitalism: the unknown ideal. Penguin.